Cherry trees and mental peace. -LIBRE

Había perdido su trabajo días atrás... la ayuda que solía recibir por parte de aquel hombre que le financiaba las terapias de rehab apenas y le ayudaban a mantener a su querido boomer... y eso por que hacía ya tiempo que había dejado las consultas en el medico y había pasado a tomar solo el dinero para algo de comida...

Había estado encerrado en casa por días sumido en la depresión que se levanta cuando sabes que te has rendido y has regresado al camino de los vicios... fueron los reproches del descuidado Can lo que lo obligo a levantarse y darse una ducha... a tomar la correa despues de alimentarlo y dejarse tirar fuera como si el perro fuera quien dirigiera la correa... y fuera el quien paseaba a Illya... la luz del día lastimo sus ojos  obligandolo a entrecerrarlos con fuerza por unos instantes...  y así chocando con la gente por la ligera falta su sentido de la vista fue acarreado hasta el parque, donde el aire olía dulce  y el sol  no pegaba con tanta fuerza... se detuvo y tallo un poco los ojos haciendo que esta opción dejara que la cuerda del can se le escapara sin poder correr tras de él... por que sus ojos ya recuperados, se fueron a topar con ese bello espectáculo de nubes rosadas...

Todos esos arboles en flor le recordaban tanto sus pinturas y cuadros que tenia abandonados desde hace tanto tiempo atrás... respiro profundo alegrándose apenas un poco de que el perro lo sacara de su casa... - Boomer? - miro varias veces al rededor pero no logro verlo, asustado comenzó a correr maldiciendo su mala condición física que despues de un par de metros le hizo tener que detenerse jadeando con fuerza y obligandolo a tumbarse a recuperar el aliento bajo uno de los arboles .... Sus ojos se quedaron perdidos en las flores y sus sentidos fueron invadidos por el perfume.... Pronto quedo distante... sin saber como había llegado ahí

Era seguramente el día más bonito de la primavera de aquel año.

Con un clima así no había forma en que se quedara leyendo entre montañas de libros polvorientos en su casona igualmente polvorienta.

No. En un día así había que ponerse el traje más elegante y salir a tomar el sol, aire fresco y a buscar criaturas encantadoras que pudieran hacerle compañía un rato.

Hacía días que no salía, y por eso se había olvidado por completo del florecimiento de los cerezos y de que se había hecho el propósito de ir a verlos.

Se dio cuenta de que ya era esa época porque nada más salir a la calle se encontró  aquí y allá con publicidad de color rosa y llena de dibujos de flores de cerezo.

Y luego por fin los vio, en una calle amplia bordeada a ambos lados por hileras de árboles cubiertos de delicadas flores blancas y rosas.

La calle debía ser muy larga, pues veía árboles hasta dónde le alcanzaba la vista, y se fue caminando tranquilamente bajo la sombra de sus ramas, sin ganas de hacer nada más que seguir observando una belleza tal.

Resultaba reconfortante. Como si aquel color rosado volviera a la ciudad fuera un lugar infinitamente más suave, envolviéndola y dejando al resto del mundo afuera.

Cerró los ojos mientras caminaba, guiado únicamente por el cascabeleo del viento entre la espesura de los árboles.
Y cuando volvió a abrirlos, por qué había llegado al final de la calle, se dio cuenta de que en frente había un parque y también ahí estaba todo cubierto de rosa.

Sintió un pinchazo en el pecho, un dolor agradable por presenciar algo demasiado espectacular.

Cruzó la calle directo al parque y volvió a dejarse guiar por el sonido de los árboles, caminando entre estos, completamente absorto en observar la luz que jugaba entre las flores y las hojas y alcanzaba el suelo apenas en delgados rayos que lograban atravesar el follaje.

Tenía que estar en verdad embelesado para terminar chocando con alguien, porque en general no se chocaba con nadie más que cuando deseaba hacerlo. Pero en esa ocasión fue completamente accidental.

Dio un paso hacia atrás, sorprendido, algo atontado y miró al muchacho.

Y luego continuó mirándolo, distraídamente, tratando de recordar algo.

—Disculpa. — ¿Era eso? Si, si, debía ser eso, lo que se le dice a la gente cuando se ha chocado con ella.

Cerró los ojos y se llevó una mano a la sien. Se sintió algo extraño de pronto, pero no tenía idea de por qué.

—Es un día estupendo para observar los cerezos ¿Verdad? —preguntó, volviendo a abrir los ojos para dejar que descansaran de nuevo en aquel precioso paisaje.

Luego de parpadear un par de veces intentando sacarse el atontamiento se quedó mirando aquel delgado rostro y tuvo la súbita sensación de que todo tomaba sentido de pronto. Claro, aquella sonrisa pertenecía justo ahí, entre la belleza frágil de las flores a la que se asemejaba tanto.

Por un momento le pareció que eran exactamente lo mismo aquel muchacho y los árboles.

Tal vez era justo eso, tal vez en ese momento estaba hablando con un árbol que había aprendido a parecerse a los humanos.

Esa idea no habría sido nada descabellada en un día normal para Howl, pero justamente ese día en particular parecía la única conclusión lógica posible.

Una conclusión lógica que se desvaneció como vapor cuando le escuchó decir que estaba perdido.

—Bueno, yo no estoy perdido. —respondió. —Sé perfectamente que vengo de…—giró la cabeza y sólo vio más árboles. ¿No había una calle por ahí apenas unos momentos antes? Giró la cabeza hacia el otro lado. No parecía que hubiera nada más que árboles en todas direcciones. ¡A lo mejor si estaba perdido y apenas se daba cuenta!
Afortunadamente un perro lo distrajo de aquel incómodo pensamiento. ¡Un perro! ¡Justo ahí! ¿De dónde había salido?

Se veía tan feliz que era imposible no contagiarse de tanta vivacidad y alegría.

Eso debía haberle pasado al muchacho que de pronto se puso a perseguir al animal. Y parecía que se la estaban pasando muy bien, además.

Howl empezó a reírse por lo cómico que resultaba que la correa se escurriera entre los dedos del muchacho cada que parecía que por fin atraparía al perro.

Tuvo ganas de unirse al juego así que levantó un poco un pie, y cuando el perro pasó cerca de él, trató de pisar sobre la correa que iba arrastrando detrás, pero fue muy rápido para él y cuando se dio cuenta el animal ya corría de nuevo alrededor de su amo.

Estaba tan absorto en lo divertido que parecía estar el perro que no entendió de inmediato porqué se disculpaba el muchacho.

Como ahora ambos estaban en el suelo, no se resistió a seguirlos y se sentó también, cerca del perro para poder acariciarle la barriga que tan desvergonzadamente mostraba al cielo en ese momento.

No se detuvo a pensar en preguntar si podía, simplemente le apeteció y lo hizo, a pesar de que no siempre tenía buena suerte con los perros, aunque de eso no se acordaba en ese momento.

—Es el perro más simpático y feliz que haya conocido— o del que se acordaba. — ¿Él también está perdido?

Sus propias palabras le recordaron su situación, aunque parecía cada vez menos alarmante el no saber en dónde estaba, o a dónde iba.

—No creo que exista un mejor lugar en el cual perderse. Claro que si no tienes ganas de ir a ningún otro lugar entonces no se está perdido en realidad ¿No es así? Estarías justo dónde querías estar.

Otra conclusión irrefutablemente lógica que lo convenció de pronto de que justamente estaba a dónde había querido ir.