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Mensaje por Red Death Lun Jul 09, 2018 11:23 pm

AIONIOS (αἰώνιος)

The Masque of the Red Death
Edvin, el impostor

Así es, el nombre del dueño de este cuerpo era Edvin y Deligiannis su apellido. Murió a la edad de treinta y un años, y esa misma edad ha quedado grabada de forma perenne en sus facciones, sin el más mínimo atisbo de variación desde entonces.

Este fue un cuerpo humano, pero a día de hoy carece de particularidades terrenales y/o perecederas, es Inmortal; no por voluntad propia.

Si no me falla la memoria, la sangre que corre por las que no considero mis venas es griega, originaria de la región de Epiro, de allí procedían la mayoría de anécdotas de infancia del que fue, alguna vez, el ser que albergó la vida que yo ahora usufructúo.

La fertilidad era algo que el orgánico que una vez fue poseía y, por desgracia, es algo que mantiene, completamente fecundo, pero no por ello capaz de dar lugar a una vida, todo aquello engendrado por este organismo se pudrirá en la matriz, afistulandose y dando lugar al parto de un ente muerto y gangrenado al final de la gestación, si es que llega a tal etapa.

Mi recipiente perteneció a un profesor, pero yo carezco de dotes didácticas o pedagógicas, no poseo un trabajo ni desempeño ninguna función por la que reciba remuneración económica, así pues, se me puede considerar un desempleado.

Actualmente, el mantener relaciones sexuales es algo impensable para mí, pero fui diseñado para desempeñar el papel de pasivo cuando aún era un androide.



Descripciones

PineappleLo amaba, todo lo que alguien carente de carne y huesos podía amar a alguien. Era tan perfecto a mis ojos, no existían imperfecciones en él, no para mí. El tacto de su piel era tan suave como el cosquillear de una pluma sobre los nervios más superficiales de la epidermis y su tez se mostraba ligeramente acremada, como si alguien hubiera decidido manchar con canela aquel cutis lechoso.

Adoraba la forma en que me miraba, con aquel oscuro iris aquamarina colmando de ternura sus pupilas. Cuando lograba no perderme en ellas, contemplaba con encanto como el vello de sus cejas difería de su cabello taheño y pestañas rojizas, mostrando un pigmento azabache, pero era una discordancia cautivadora, tan peculiar.

Sus labios eran finos, pero eso no me despojaba del frecuente, pero inapropiado deseo de besarlos, de que me besara más bien, realmente deseaba aquel roce y su calidez... Como también anhelaba sus abrazos y caricias, el hundirme en su pecho y encogerme mientras me rodeaba con cariñosa fuerza con sus brazos. Su torso era firme, al igual que la mayoría de su cuerpo, pues aunque sus músculos no estaban excesivamente marcados sí que estaban notoriamente trabajados, eso hacía que me sintiera protegido cuando me colmaba de achuchones, sobretodo teniendo la notoria diferencia de alturas, dado que su genética no había escatimado en estatura con unos sobrados ciento noventa y tres centímetros.



PineappleVacío, como aquel recipiente que Pandora, por ingenuidad, desvalijó; pero no fue esperanza lo que restó en lo más insondable de sus visceras, no, fue rencor, uno inconsistente, tiránico y gratuito, ofrecido a todo ser que se digne a permitirle el conocimiento de su existencia. No hace distinciones, es arbitrario, indiscriminado, no le importa uno u otro, desprecia a todos por igual hasta el punto de desearles, no la muerte, pero sí el más retorcido de los sufrimientos.

Pero lo más reprochable, repugnante e intolerable es que todas sus inmoralidades las desarrolla con una sonrisa amable, parece como si esa expresión afable se mofara de todas sus víctimas, las cuales contemplan en su sufrimiento esas muecas discordes, casi como si esos ojos se enorgullecieran de estarles haciendo un favor mientras Aionios les brinda la más larga y tortuosa de las muertes.

Traicionero, su esencia, su aura o su propia imagen no alertan de su naturaleza ni sus intenciones; no despierta sospechas, todos se percatan demasiado tarde del error que están cometiendo al aceptar su mano amiga. Se muestra como un buen hombre, un buen ser que solo busca brindar ayuda, amparo o auxilio cuando solo engendra muerte y dolor.

Aburrido, hombre de pocos planes y escasa visión de futuro, se guía, en mayor medida, por la diosa fortuna, encontrarte con él o no, es algo de lo que solo puedes culpar al azar; no acecha presas, no caza... Simplemente sigue el curso de la corriente, enredando su hilo, aquel que las furias cortaron tiempo atrás, con los de aquellas almas ingenuas que tienen la desdicha de ganar la peor de las loterías.



PineappleCon una caricia digna de veinte piezas de plata, sentenció al que había sido su señor sin mostrar ningún signo de remordimiento en su rostro; solo había desquicio y vesania en sus ojos, armonizados con aquella sonrisa lunática que se fue haciendo cada vez más amplia e insana a medida que la sangre corría y la vida de su altísimo se esfumaba en forma de un rezumar carmín por todo su cuerpo.

— No te preocupes, no morirás —susurró Aionios con una voz que se suponía dulce, mas su oyente, lo sabía, aquella melosidad no era fruto de la bondad, sino del más cínico y visceral odio. No era candidez, era mordacidad —.

Fiel a su palabra, Aionios no puso fin a la vida de aquel inmortal, en su lugar, dejó que su ponzoña escarlata calara hasta lo más profundo de sus entrañas y lo sepultó bajo tierra, clausurado en un ataúd de paladio. Vivo, por la eternidad.

Y con él, enterró también a Aionios. Asumió el nombre de aquel que amó, Edvin, pese a que su fama, le otorgó otro nombre, uno del que no se enorgullece, pero que tampoco le avergüenza:

La muerte roja
.

Dejó de ser algo, pero no para ser alguien, sino nada. Perdió una identidad que nunca tuvo para convertirse en la representación más torbida de algo etéreo. Nadie le veía como un ser pese a poseer un cuerpo, nadie le veía como una persona pese a su apariencia humana, no, era una enfermedad, la representación misma de una horrible pandemia que mataba a todo aquel que tuviera la desgracia de padecer su toque.

No le importó serlo, se convirtió en la peor pesadilla de los mortales, descargó su pesar, su infelicidad y su sufrimiento en otros. De esta forma, al ser incapaz de tomar por sus manos su propia vida, comenzó a tomar las de otros. Se convirtió en la providencia más déspota jamás existida, un falso dios de la muerte, sin ninguna balanza que equilibrar y cuya única meta era colmar de sufrimiento el mundo por puro y cruel capricho.




Extras

—¿Qué le gusta?

¿Gustos? Realmente es difícil, por no decir imposible, el encontrar alguno que merezca mención, no porque la mayoría de los que tiene sean triviales, sino porque son inexistentes. Así pues, solo podemos remontarnos al pasado y citar aquello que alguna vez apreció o tuvo en estima.

»Edvin, el más trascendental de todos ellos, su amor por él iba más allá de lo físico o emocional, realmente sentía que eran almas gemelas, ambos los sentían, se enamoraron desde el primer momento, desafiando la lógica, la razón y al mismo destino.

»Los cielos despejados, le encantaban; el ver el sol erigido allá en la cima de aquel manto celeste y sentir la calidez de aquel astro sin la interrupción de las nubes eran también placeres que disfrutaba.

»Irónicamente, las tormentas de verano eran otra de sus cosas favoritas, las sentía como si la madre naturaleza deseara demostrar que sus fuegos artificiales eran mejores que aquellos diseñados por el hombre.

»Morfeo, un gran compañero, quien siempre iba a acompañarle todas las noches, pues pese a su naturaleza mecánica, sus creadores le obsequiaron con la capacidad de soñar.

»También adoraba las siestas, momento en el cual podía pedir una cita extra con el hijo de Hipnos.


—¿Qué detesta?

Nunca terminaríamos de citar todo aquello que carece de su estima o afecto, pues todo goza de su desprecio. Odia a los humanos, a los animales, la vida y todo lo que existe, aborrece la felicidad y la compasión. Reprueba a los heroes y a los seres nobles o de buen corazón, abomina el amor y la confianza. Rechaza la bondad y desprecia a los misericordes así como la fé y la entereza. Le hastían las proezas y los gestos de amor verdadero, así como los sacrificios altruistas.

Sencillamente, repudia el bien por encima de todo.

—¿Por qué temerle?

Víctima de una maldición, Aionios no solo goza de inmortalidad, sino también de un escabroso don, y es que todo ser no inmune a él que padezca su toque o entre en contacto con él, exudara sangre por todos los poros y cavidades de su cuerpo.

—¿De dónde viene?

Nombre del Anime/Manga/Videojuego del que procede: Original
Nombre real: Original
Imagen:
Spoiler:






Red Death
Amos
Red Death
Amos

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—Edvin, el impostor. Empty Re: —Edvin, el impostor.

Mensaje por Arlock Mar Jul 10, 2018 4:51 pm


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