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Mensaje por Loick Melchior Sáb Jun 18, 2016 5:57 pm

Apodo:
Lock.
Nombre/Apellidos:
Loick Melchior.
Edad:
Aparentes: 17 años | Reales: Se desconoce. [Más de 150 años]
Raza:
Djinn.
Nacionalidad:
Alemana.
Fertilidad:
Nula.
Profesión:
Dibujante.
C.Sexual:
Suke.

{D E S C R I P C I O N E S}

D. Física:

A pesar de poseer una edad que supera con creces el siglo, su edad aparente apenas supera los diecisiete años de edad, además, su cuerpo no parece experimentar ningún cambio más allá de crecerle el cabello y las uñas, pues el envejecer está vetado para él.

Cabello rubio, corto, mas no demasiado, lo tiene suficiente largo como para ser medianamente manipulable. Desordenado, con un sutil patrón, pues uno de los lados suele poseer más volumen que el contrario, aunque la diferencia es escasa, ínfima. Suave y liso, el descuido de su apariencia queda en eso, apariencia, mechones dignos de ser acariciados, de un tacto agradable. “Ojos de zorro.” Así podríamos describirlos, pequeños y afilados, del mismo color que su cabello, pero que pueden adquirir un tono rojizo. Pestañas igualmente rubias, cejas finas, su color no es difícil de adivinar, otra vez el mismo.

Sus ropas parecen ser siempre las mismas, una chaqueta negra con capucha, una camisa marrón claro y unos pantalones azul oscuro sujetos con un cinturón negro. Es raro que vista otras ropas, pero no imposible.


D. Psicológica:

Es alguien alegre, en exceso, cualquier razón es válida para sonreír o reír un rato, las burlas incluidas, pero sólo las leves, esas que sólo causan una molestia momentánea y pasajera o directamente no causan nada. Es amigable, gusta de llevarse bien con todos, aunque ello no significa que sea difícil que alguien le desagrade, sólo tiene que encajar en el sitio correcto para que sea así. Desgraciadamente, su apariencia unida a su habitual estado de ánimo causa desconfianza. Siempre (o casi siempre) sonríe, no importa el porqué, ni la situación, salvo excepciones donde la misma se pudiera considerar un acto desconsiderado.

Sin embargo, hay momentos que precisan de seriedad, no sabe diferenciar muy bien cuales son o cuando llegó la hora de detener ese humor tan cantarín, pero en caso de que descubra que es un momento donde las risas deben quedar apagadas, mostrará una expresión más sosegada. Su sonrisa no será tan radiante, mas no desaparecerá, sus actos perderán efusividad y su tono carecerá de ese deje juguetón que tanto le caracteriza. La verdad, no le gusta estar serio, prefiere evitar dichos momentos, pero sabe no siempre puede huir de ellos.

Tranquilo y difícil de enfadar, suele tomarse las ofensas a broma, para él son cosas graciosas, pero los golpes son otro tema, rehúye del dolor, no le agrada dicha sensación, por lo que seguramente detenga a su agresor sin importar qué. También tratará de detener a terceros en caso de que vea que están dañando a una persona, no le gusta ese tipo de violencia. Discutir le parece bien, pero la violencia física sin razón la ve mal. A pesar de ello, no es alguien que se inmiscuya en actos ajenos, podría decirse que sólo se involucra cuando el dolor es parte del show, sino simplemente será un mero espectador, ya que se le ha enseñado a ello, a solo mirar, sin entrometerse en la vida humana, no importa que escena tan grotesca suceda ante sus ojos, será como una obra de teatro donde espera ver el final.

No es de apegarse mucho a la gente, pueden agradarle, ser amigos, pero sería extraño que hiciera todo lo que estuviera en su mano por ellos. Como Djinn, puede brindar su ayuda de muchas maneras, un simple deseo y tendrán la vida resuelta, ¿dinero, riquezas, amor? Todo está a su alcance. Pero por esa misma razón, pueden usarlo. De la misma forma que desconfían de él, él desconfía de todo aquel que averigüe su secreto. También está a destacar que los deseos los domina bien, pueden ser puros, sin ningún engaño en ellos, o bien tramposos, cuyo único fin sería hundir a su dueño en la más profunda de las desesperaciones, si trataran de engañarlos no dudaría en proporcionarles los segundos, pero se ve tentado de darles los primeros, pues la felicidad ajena es algo que lo satisface. Un simple gracias es suficiente para alegrarle el día.


Historia:


A Loick no se le enseñó otra cosa que no fuera observar, debía ver cualquier situación sin desear inmiscuirse en la misma. Como Djinn poseía un poder que le permitía obtener todo lo que deseaba, al igual que podía brindar los beneficios de dicho poder a terceros, manejarlo a la ligera era peligroso. Su intención era impedir que deseara ayudar a terceros sin que siquiera le pidieran un deseo, pues sus energías se iban agotando a medida que usaba sus poderes, pudiendo dejarlo en un estado más que deplorable si abusaba del mismo.

Loick, obedeció y pasó los primeros años desde que tuvo uso de razón observando, veía a esos otros seres con los que compartían el mundo, momentos emotivos, escenas tristes, felices, situaciones embarazosas, se limitaba a contemplar todo aquello desde la seguridad de su casa, proyectando gracias a un deseo los diferentes acontecimientos que sucedían en otros lugares. Y, poco a poco, la mayoría de las escenas dejaron de ser felices, comenzaron a tirar a lo grotesco, deprimente y doloroso, pero al contrario que lo que se le mostraba, el genio parecía divertirse, como si viera una comedia y no la tragedia que sucedía ante sus ojos. No fue una noticia demasiado sorprendente el hecho de que Loick desarrolló un gusto por el sufrimiento ajeno, siendo, por desgracia, algo que influiría cuando terminara su aprendizaje.

Ese día llegó acompañado de la impaciencia del menor, que parecía que no podría soportar un minuto más sin poder relacionarse con otros seres, deseaba conocerlos, hablarles, escucharlos y sentirlos, quería ser el protagonista y que otros notaran su presencia.

Al principio, fue un genio bastante normal, cumplía los deseos que se le mandaban, sin trampa, ya que no la implementó hasta dos años después, cuando estuvo seguro de que complacer no era lo suyo. La primera fue casi una tontería, le causó simplemente gracia, pero llegó a parecerle aburrido algo tan nimio, así que la siguiente fue por más, lentamente, sus trampas eran cada vez menos tontas o mejor dicho inofensivas. Mientras las hacía, se preguntaba si era eso lo que buscaba, quería estar seguro de que no iba a ser atacado por lo que esos otros seres llamaban arrepentimiento, pero este nunca llegó y el placer aumentaba cuanto más cruel era, así que pronto no sólo añadió trampas a sus deseos. Buscó a la peor calaña para que le pidiera deseos, para poder compartir con ellos ese placer por el sufrimiento ajeno, otras, buscaba a gente desesperada, sobre todo cuando lo estaba por ayudar a otros, para así poder convertirlas en los intérpretes de una tragedia.

Cada vez disfrutaba más, porque sus daños eran cada vez peores, pero, entonces, llegó un momento en que no hubo un más, sino un igual, y esos iguales continuaron hasta que finalmente ocurrió un nada. Dejó de ser suficiente, no importaba cuanto lo intentara, ni los planes enrevesados que inventara con un fin lo suficiente trágico como para que hasta él acabara llorando, no recuperaba ese placer que antaño tanto lo empujó a destrozar la vida de otros.

Dejó que pasara un año, aun intentando recuperar esa sensación por medio del sufrimiento de otros, hasta que, finalmente, la vaga idea de hacerse sufrir a sí mismo le hizo sentir muy levemente aquella emoción. No era algo normal, se supone hacía todo aquello para sentir placer, no desdicha, pero el pensar en ser el protagonista de la próxima tragedia llegaba a hacerlo temblar de gozo. Gastó poco más de unos años en idear y llevar a cabo un plan para ello.

Primero, necesitaba un amigo, pero no un genio, de esos ya lo tenía a él y no servía, ya fuera porque conocía como era realmente o porque las características eran incompatibles con el plan. Buscó, entonces, un amigo humano, para ello, comenzó a vivir como uno, prescindiendo por un tiempo de sus poderes, al menos, frente a otros. Vivió felizmente la vida de uno de esos seres, ocultando sus intenciones e incluso llegando a olvidarlas.

Por fin, logró tener un amigo, uno que acabó siendo uno de los mejores que pudo tener. Alguien de confianza, que siempre le ayudaba y con quién podía contar para cualquier problema que pudiera surgir, fuera una tontería o un asunto de gravedad, cuando le contó sobre su verdadera naturaleza, este simplemente se sorprendió al inicio, pero nunca le pidió un solo deseo, sin importar que tan mal estuviera, tampoco lo juzgó por su forma de ser, ni por sus deseos por crucificar a otros, simplemente se encogía de hombros y pedía que no lo hiciera cerca de él.

Era realmente perfecto. Trató de disfrutar los momentos junto a él, cualquier segundo era algo preciado, demasiado. Podría decirse que esto se debía a la inmortalidad del genio contra la corta vida de aquel humano, desgraciadamente, Loick nunca tuvo intención de dejarle vivir toda su vida. Desde el mismo momento en que lo conoció ya tenía un destino para él. Aun así, pudo haberlo detenido, disfrutar hasta el último de sus días con él, pero esa asquerosa, pero placentera sensación era demasiado tentadora.

Finalmente, se atrevió a concluir la última parte de su plan, fue en el día de su cumpleaños, era su regalo. Invitó a su mejor amigo a pasarlo con él, como los años anteriores, había pastel, aperitivos y una película para ver, así era como le gustaba pasarlo. Se permitió tener la fiesta tranquila, disfrutó de los dulces, de la película y de una buena compañía, disfrutó hasta que llegó el momento de abrir su regalo. Decidió abrir primero su propio regalo, porque sabía que sí era el de su amigo el inicial, no podría acabar aquello. Con un trato de lo más cuidadoso, le pidió sentarse y sin demora le explico lo que le iba a suceder, sería torturado para finalmente morir por sus manos. Su amigo creyó que estaba de broma, que mentía, trató de reírse como hacía con esas bromas tan raras de Loick, llenas de humor negro, desgraciadamente, aquello no era una broma. Lo comprobó cuando al final del discurso del genio, este comenzó a ejecutar lo prometido.

Fue tan placentero como doloroso, sollozaba y reía, odiaba y deseaba aquello. Cuando terminó, cuando logró extinguir la vida de aquel cuerpo ahora inerte, fue cuando realmente sintió eso que llaman arrepentimiento. Podían desear todo lo que quisieran, pero había límites, entre ellos, era la imposibilidad de resucitar a los muertos, podía conceder la inmortalidad, pero una vez muertos, no había vuelta atrás. Aun así, lo intento. Obtuvo un títere. Podía moverse y obedecer, podía también reaccionar, pero no era su amigo, eso que tenía ante él solo era una simple muñeca con su apariencia.

Aunque trató de mantenerla con él, tuvo que deshacerse de ella, era demasiado doloroso verlo de aquella manera. Le dio un entierro digno. Era de agradecer que no tuviera familia, ni demasiados conocidos, realmente eso fue lo que al inicio le llamó la atención para hacerlo su amigo y concluir aquel plan, pero ahora, se preguntaba si hubiera cambiado el final de su plan de tenerlos. El sufrimiento pudo con él, las pesadillas lo visitaban de noche y los recuerdos lo atormentaban de día, no había un solo momento en que no se maldijera por lo hecho. Las cosas tampoco no mejoraban con el tiempo, empeoraban, de poseer salud, la de Loick estaría destrozada, apenas comía, dejaba su estómago sonar y sonar de hambre, tanto el dolor como el sonido lo distraían. También, veía una y otra vez la misma película. Fue el último regalo de su amigo. Dejó de dormir para poder contemplarla, creyendo que estaba este a su lado para comentarle las escenas que más le gustaban, en su cabeza podía oírlo reírse mientras la comentaba, él, le respondía a esos delirios, esperando una respuesta, y era, en ese momento, cuando la ausencia de una contestación le recordaban lo que había hecho.

Fue encontrado por un amigo meses después, casi rozando el año desde la muerte de aquel otro amigo. Realmente, le extrañó su desaparición, pero sabiendo que tenía algún estúpido plan en mente cuando desapareció, supuso que lo estaba rematando. Encontrárselo de aquella forma fue un poco impactante, su extrema delgadez dejaba en evidente que no había comido en mucho tiempo, su olor dejaba en claro que tampoco es que se hubiera bañado, hablaba, pero sus palabras iban dirigidas a alguien que no estaba allí, ni siquiera pareció reconocerlo cuando lo agitó en busca de respuestas.

Los siguientes días, perdió la cuenta de las veces que deseo más paciencia. Bañarlo no fue difícil, no tenía fuerzas para resistirse, tampoco molestaban mucho sus balbuceos, de los cuales se entendían una o dos palabras para lo extensos que eran. Darle de comer ya se complicó un poco más, obligarlo era sinónimo de que se atragantara, pero si no lo hacía no lograba nada. Finalmente, el tratar de saber que ocurrió fue lo que varias veces le hicieron desear desistir. Parecía que se olvidó de hablar, aunque seguramente era que no deseaba hacerlo, pero no del tema, literalmente no formulaba apenas palabras que se entendieran, era como tratar de comunicarse con un animal. Aunque, quizá, hasta hubiera sido más sencillo. Cuando al fin logró que vocalizara algo decente, tuvo que luchar para que aprendiera a darle coherencia a sus frases. Contando que gritaba o se ponía a sollozar de la nada, era una tarea tan ardua como molesta.

La verdad, realmente nunca llegó a terminar de saber que ocurrió, porque pasaron dos años hasta que pudo decir una frase correctamente y no fue nada más y nada menos que: “Quiero olvidar” para después echarse a llorar como muchas tantas veces y, luego de unos minutos, ponerse a hablar entre balbuceos con alguien que no era él y mucho menos podía decir que estaba ahí. Repitió aquella frase unas tres veces más a lo largo de dos meses, siendo las únicas veces que parecía realmente cuerdo, pero no fue sino hasta que este le robó su lámpara y repitió dicho deseo hasta que comprendió que no era una frase que expresaba sólo arrepentimiento, era un deseo que esperaba que se cumpliera.

Habiéndole robado su lámpara, no tuvo más remedio que acceder. Pero no sólo hizo eso, puso una trampa. Olvidaría todo, desde ese suceso que le dejó así hasta sus ansias por el sufrimiento, así como su capacidad para observar sin inmiscuirse, por último, añadió algo más, desearía volver a recuperar la memoria, pero debía ser con la ayuda de alguien más. Pero si se acordó de dejarle otros aprendizajes básicos como, hablar, andar, comer, etc.

Por fin es que pudo tener una conversación más o menos normal con su amigo, trató de explicarle el deseo que hubo y en cierto modo, la trampa que añadió. Vivió con él, enseñándole las cosas que olvidó, como debía comportarse con los desconocidos, que comida era y no era comestible, por suerte, no tuvo que enseñarle a usar cubiertos, aunque prefirió haber tenido que hacer eso a enseñarle a controlar sus poderes, los cuales cumplían cualquier deseo del genio con solo pensar un “me apetece”. Por no decir que el anterior Loick al menos sabía cocinarse un plato decente, el nuevo, hacía un desastre en la cocina y no lograba siquiera crear algo comestible por muchas clases de cocina que tratara de darle. Su amigo pensaba que lo mejor era que aprendiera a valerse sin ellos, pero cambió de opinión cuando, sin darse cuenta, los deseos que este concedía a terceros venían casi todos con trampa y no parecía percatarse de ello, no queriendo que acabara descubriendo ese gustó por el sufrimiento de nuevo, decidió ocultárselo. Así que le enseñó a racionar sus deseos para poder gastarlos a lo largo del día en caprichos y necesidades, logrando así que se lo pensara dos veces antes de cumplir el deseo de un tercero, ya que seguramente lo cansaría y podría impedirle hacerse la cena de esa noche o el capricho de la tarde.

Cuando creyó que no tenía nada que enseñarle, le dejó estar un tiempo, salían a pasear y a conocer a otros genios y humanos, como Djinn, no aprobaba el método de enseñanza que le aplicaron a Loick, para él, aunque sus poderes fueran superiores, no debían impedirles relacionarse. También, a diferencia de lo que fue Loick, él era un genio que gustaba de ayudar, trataba de no hacer deseos desmesurados, pero siempre concedía alguno pequeño para lograr la felicidad de terceros. En una de esas veces, le acompañaba su amigo y la sonrisa que pudo apreciar despertó en él un placer bastante agradable, Loick trató de cumplir deseos también para la felicidad de otras personas, prescindiendo aún así de algún capricho, pero notó que no lo lograba, sus intenciones eran buenas, pero el deseo sólo daba sufrimiento, ya de por sí temía este hecho, pero había algo que lo aterraba todavía más, lo disfrutaba.

Queriendo solucionarlo, no tardó en comentárselo a su amigo, quien pese a que en un inicio se mostró algo reticente a contarle todavía el por qué, terminó por ceder. Le explicó cómo era antes del deseo, su búsqueda del sufrimiento ajeno y que la mayoría de sus deseos eran malintencionados, con una trampa detrás. Seguramente el hecho de tuvieran trampa era por la mera costumbre, él sabía conceder deseos por instinto, y de la misma forma, se acostumbró a añadirles una trampa, por lo que tenía que aprender a hacerlos sin ella. Antes de hacerlo, quiso asegurarse de que estaba seguro de aquello, como su amigo, evitó aquella parte de él, pero no podía continuar negándosela, si antaño continuó la amistad a pesar de ello, actualmente también. Agraciadamente, su camarada decidió arreglar aquel problema, si bien en el pasado fue cruel, ahora la bondad igual le causaba placer, y lo prefería al que le proporcionaba el del sufrimiento.

Aun así, los recuerdos de su memoria no volverían hasta años después, cuando Loick abandonó su costumbre de añadir trampa en los deseos y se desligó de la antigua calaña a la que buscaba para concederle los peores de todos. Tardó tiempo y seguramente no se desharía de toda, pero en su mayoría, sería así. Pero cuando al fin sucedió, tanto su amigo como él desearon que ese secreto hubiera permanecido como tal. Decidieron hacerlo irónicamente en su cumpleaños, sería su regalo quizá eso fue lo que empeoró todavía más la situación. Recuperar los recuerdos no fue agradable, fue doloroso, su nueva esencia estaba en total desacuerdo con aquel que fue en el pasado, pero el placer que sintió era innegable, a la vez que horroroso. Su estado mental derivó al de hace tiempo, gritos, sollozos y balbuceos inteligibles, golpeaba cosas mientras se maldecía, incapaz de asimilar o aceptar aquello, tuvieron que borrarle nuevamente la memoria. Desgraciadamente, no fue sólo esa situación, si no también cualquier cosa que pudiera recordárselo, olvidándose entonces de su yo del pasado, de por qué le venían a buscar rufianes para malos deseos y porque se le daban extraordinariamente bien añadir trampas a sus deseos, por suerte, su manía ya fue tratada con anterioridad y no regresó.

Su amigo creyó que lo mejor era olvidarse de aquello, que el nuevo Loick disfrutara de su vida siendo tal como era actualmente, pero se olvidó de la trampa que puso y maldiciéndose a sí mismo por ello, al ayudarle a recuperar sus recuerdos, el también sentenció todo el plan desde el inicio, aunque en su caso desde la perspectiva de un tercero. Sin los sentimientos que regresaron junto al pequeño genio, pero aun así, admitía que no era un acto con el cual estuviera de acuerdo. Loick ahora sólo sabía que deseaba recordar su yo del pasado, quién era antaño, y su amigo no podía darle respuestas o podía hacer que volviera a aquel estado del que escapó, pero ir en contra de una trampa de un deseo era difícil y Loick siempre se las ingeniaba para recordar, repitiendo el mismo proceso de nuevo.

Entonces, la última vez que ocurrió, decidió apartarse de él, lo cuidó durante un par de años, pero finalmente lo llevó a vivir con un amigo que tenía, el problema era su condición de humano, mas era uno longevo, así que esperaba que pudiera ocuparse de él hasta que este pudiera hacerlo por sí mismo, le advirtió sobre el pasado de Loick y que tuviera cuidado con sus deseos, no quería que se volviera a repetir lo de antaño. Pero sobre todo, le dio a Loick encomendándole la misión de que el día de su cumpleaños sin importar qué, lo pasara con él. ¿La razón? La misma por la que lo llevó lejos de él, el pequeño, tiempo atrás, había pedido su primer deseo, pero quedaban dos más, uno se gastó casi a lo tonto, sin que el menor se diera cuenta y pretendía que el tercero sucediera igual, pero sin darse cuenta, en una trampa de este por recordar, logró arrebatarla su tercer deseo. En día de su cumpleaños recuperaría sus recuerdos, sin importar si tenía ayuda de alguien o no, porque la ayuda vendría de él, a duras penas alcanzó a añadir una trampa, la cual sería que olvidaría todo tras diez minutos, al inicio pensaba que tras ese día lo olvidara, pero no creía que fuera aconsejable dejarlo tanto tiempo con su sufrimiento, así que gastó más energía de la que podía permitirse, ya añadir una trampa que tuviera el poder de un deseo era complicado, ponerle todavía más presión era hacer esos deseos “desmesurados” que siempre evitó.

A Loick se le había enseñado a observar para evitar el estado actual del genio, no perdió su condición ni el poder cumplir deseos, pero al menos, por unos años, perdería gran parte de su poder. Modificar un deseo hasta tal punto con una trampa para alguien que usualmente no las añadía los dejaba más que exhaustos, cincuenta años sería los que tendría que vivir casi como un humano normal, sin poder cumplir los anhelos de otra gente. No echó a Loick de su lado por venganza o rencor, simplemente, no quería que supiera que fue su culpa el estado tan deplorable en el que acabó y el mismo que le impedía ocuparse de nadie, además de que comprobó, de que el día de su cumpleaños, no era únicamente Loick el que acababa mal, pues le robaba parte de un poder que no tenía debido a esa ayuda, haciéndole casi imposible cuidar del pequeño.

El nuevo cuidador de Loick no estuvo muy conforme con la idea, le cayó mal incluso antes de conocerlo, nunca intentó ser su amigo ni respondió de buena manera a cualquier acción por parte del rubio. Lo cuidó un tiempo hasta que pudo vivir sólo, mas siempre era visitado casi todos los días por él, salvo algunos que no podía o dejaba en claro que no lo podía ver. Aun así, había un día, que era al revés, no era Loick quién iba a su casa, si no ese amigo a casa de Loick. El día de su cumpleaños, lo pasaba con él y lo celebraba, con su usual malhumor, pero se mostraba algo más amigable y esperaba por el suceso, el momento en que recordaba. Solía ser a la hora de los regalos, siendo ese el primer de todo. Desde la primera vez que sucedió, comprendió que el pequeño que era ahora ya no albergaba esa malicia que poseía el primer Loick, pero no podía permitirse ser su amigo, no iba a ser él quien ayudara a repetir la historia, quizá no fuera como antes, quizá olvidara sus recuerdos, pero si alguna vez se veía tentado de ejecutar un plan como el desencadenante de aquella pesadilla, él no iba a ser uno de los protagonistas. Y después de esos diez minutos que volvía a olvidar todo, le daba el suyo.

Una rutina tediosa, pero una rutina que nunca rompió. Hubo varias veces que casi llegó a olvidarse de ese preciado día o que casi no pudo cumplir la promesa al genio que borró los recuerdos de Loick, pero sin importar qué, no la rompió. Daba igual que día fuera, estaba allí, incluso cuando sus vidas empezaban a alejarse o cuando la suya comenzó a extinguirse. Un día coincidió cuando estaba en un viaje, no le importó la relevancia del mismo, nada más saber el día volvió en el primer avión, a duras penas logró llegar a tiempo, encontrándose a Loick en un rincón, sollozando mientras abrazaba una película y repetía el nombre de alguien desconocido para él. Otra vez, un atropello, iba a casa de Loick cuando sucedió la tragedia. Él no era de desear nada, pero llamó a su amigo para que le cumpliera un deseo, no fue el de curarse para poder ir, porque no llegaría a tiempo, así que deseo estar en casa de Loick, pasó sus diez minutos con él y después regresó al hospital, estuvo a punto de morir por una tontería como aquella, pero si le preguntaran, seguramente diría que no se arrepintió de ello. Y muchas anécdotas más como aquellas, sin romper su promesa una sola vez.

Finalmente, la vida de un humano llega a su fin y desde el otro lado no podía visitarlo el día de su cumpleaños, así que le pidió un favor, un deseo en su último día de vida. No iba a desear la vida eterna para estar con él, esas cosas no le iban y no anhelaba esas tonterías, el ya cumplió lo prometido y tampoco se arrepentía de la vida que tuvo. Su deseo tampoco necesitaba magia de por medio, bueno, no del todo, simplemente debía encontrar un amigo, alguien con el que pasar ese día y alguien a quién no dañaría bajo ningún concepto. Con ello, quería que Loick tuviera al fin un amigo de verdad, como el que antaño compartió grandes momentos con él, ese del que poco pudo saber entre la información del genio que envió al rubio con él, y del que sacó poca cosa de los balbuceos entre los sollozos del pequeño, y además de eso, que no pudiera volver a destrozarlo ni destrozarse a sí mismo.

Loick decidió cumplir dicho deseo, se dispuso a recorrer mundo intentando encontrar a ese amigo, su segundo parada ha sido Kyuushu, llegó tras el segundo mes del fallecimiento de su cuidador.



{E X T R A S}


Gustos:


-Los dulces.

-Jugar, cualquier juego en general le es divertido.

-Hacer amigos, aunque actualmente está aprendiendo a hacerlos.

-Las bromas, siempre que sean bienintencionadas.

-Que le sonrían o le den las gracias.

-De todos los juegos, adora en especial el escondite.

-Sus recuerdos, pese a que no sabe nada de ellos y le dan mala espina.

-El dolor ajeno.



Disgustos:


-Carecer de recuerdos y olvidarlos cada año tras diez minutos, aunque no entiende el alivio tras olvidar.

-Hacer daño a la gente.

-El placer que siente cuando hace daño a la gente.

-No poder usar sus poderes libremente.

-Que roben su lámpara.

-Cumplir malos deseos.



Hobbies y manías:


-Suele llamar lámpara a cualquier recipiente de un genio aunque no tenga en especial dicha forma.

-Tiene la manía de ocultar su rostro con una máscara (que es casualmente su lámpara) cuando se deja llevar por la tentación de hacer daño.



Información extra:


-No sabe hacer casi nada sin sus poderes, mucho menos tareas domésticas.

-Conserva el regalo de su mejor amigo, una película, solo tiene permitido verla el día de su cumpleaños.

-Si abraza a alguien durante los diez minutos que vienen sus recuerdos, el tiempo se reduce a cinco minutos.

-No pudo tener ningún amigo hasta ahora por una prohibición que se hizo a sí mismo, pero gracias al deseo de su último cuidador ha podido ir en busca de uno.

-En caso de sufrir un daño tal como una puñada o un disparo, su cuerpo se vuelve de gas, con las caídas no sucede lo mismo.

-Oculta a todo el mundo su placer por hacer daño.

-Su recipiente es una máscara, fue el regalo de despedida de su amigo genio.

-Es sádico y masoquista, pero nunca lo admitiría ante nadie.

-Tras el cumplimiento del primer deseo, se ve obligado a cumplir los dos restantes sin importar si quiere hacerlo o no.

-Solo puede tener el mismo amo una vez cada diez años (una vez gaste los deseos, si se niega a gastarlos puede mantenerse siendo su amo indefinidamente).

-Que sus ojos se vuelvan rojos es un mal presagio, también sucede cuando está añadiendo una trampa a sus deseos, por eso suele cubrirse el rostro con su lámpara.

-A pesar de haber olvidado a “observar” sigue haciéndolo de vez en cuando sin darse cuenta, aunque actualmente suele inmiscuirse más en la cosas.

-Nadie le ha visto dibujar ninguno de sus trabajos, aunque tampoco nadie puede negar que sea él el autor (los crea mediante deseos.

-Su trabajo es simplemente una fachada para tener una respuesta a "¿de donde saca dinero?" el cual sale mediante deseos.


Campo Obligatorio

♂Físico

Nombre del Anime/Manga/Videojuego del que procede:
Kageru Project
Nombre real:
Kano Shuya
Imagen:

Spoiler:






Última edición por Loick Melchior el Vie Jul 08, 2016 12:14 am, editado 4 veces
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Mensaje por Loick Melchior Jue Jul 07, 2016 11:53 pm

Terminé
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Mensaje por Marek Lundgren Sáb Jul 09, 2016 3:03 am

Ficha aceptada

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