El Diablo de Tasmania.

Armin. (Él mismo confunde su propio nombre a veces).
Armen.
21.
Demonio de Tasmania (Sarcophilus harrisii).
No.
06
No.
-
Suke.



Le dotaron de una buena estatura que, aunque no alcanza el metro ochenta, le permite sobresalir un poco de la media. De complexión delgada y no demasiado fuerte, pero tampoco entra en la definición de endeble, además de que pese a su apariencia está dotado de la fuerza propia de los androides. Piel clara, casi pálida y extremadamente suave, por ello agradable de acariciar aunque difícilmente permite que lo hagan. Sus cabellos son de color rojo, con una coloración más viva en las puntas que en la raíz y de goza de un peinado con un capeado muy irregular, más corto en la nuca y con dos mechones notablemente más largos que el resto a cada lado de su rostro, siendo el de la izquierda más extenso que el de la derecha. La mirada de sus ojos azules siempre denota enojo, asco o desprecio y difícilmente se le puede ver brindando expresiones dulces o agradables si no es de forma cínica. Así pues, a primera vista, no es alguien que despierte deseos de tratar con él, más bien lo contrario.


Su personalidad ha evolucionado a lo largo de sus escasos años de existencia, pasando por diferentes etapas hasta convertir a Armin en algo irreconocible para sus creadores, desenvolviéndole a sí mismo y moldeándole según sus vivencias. Y estas últimas no solo han dado lugar a un comportamiento empírico, anormal en alguien de su naturaleza, sino que al impugnar el talante que le habían preestablecido, han deformado su originaria naturaleza hasta transformarla en la atrocidad de ahora, la cual excede el límite de lo apropiado para el calificativo de pet no defectuoso.

Por ello, para entender la forma de ser de Armin, debemos remontarnos al carácter originario, aquel que nació con él, pues los sucedientes no son más que sus consecuentes deformaciones y aberraciones.

El verdadero Armin, el legítimo, no sobrepasaba la concepción de lo ordinario, el empleo que le dieron al androide y el buen desempeño que dio en el uso al que fue destinado lo ratificó. En aquel entonces, era alguien serio, pero no por severidad o crudeza, sino más bien por la amorfia de su carácter, el cual era deliberadamente inhibido por los progenitores de su dueño, un joven de 17 años. Su sistema estaba pautado para ser obediente, tolerante y amoldable a los deseos de su propietario, cumplía de forma competente todos los mandatos dados, tanto los exigidos por los padres, como por el niño, siendo los de este último triviales caprichos. Durante su cohabitación con aquella familia, su carácter paulatinamente fue reformándose hasta ser un joven de escasas expresiones, pero de acciones suaves y cuidadosas. Se gestó en él un aura amable, benévola e inofensiva. Y fue este nivel de desprotección el que causó la drasticidad de su primera metamorfosis. Cuándo abandonó aquel hogar, perdió la facultad de confiar.

Su segundo yo era alguien cerrado, distante y abúlico, difícil de hacer reaccionar y por lo cual los esfuerzos por obtener su atención, en la mayoría de los casos resultaban infructíferos. Aquello provocó un disfrute inusual en el siguiente de sus amos, el antedicho fue un tirano, un desalmado que se regodeó con el sufrimiento que le provocó al androide. Aquel ser no dudó en hostigarle con los más brutales suplicios, ni en aplicar castigos inhumanos sin más fundamentos que la propia satisfacción. Armin solo fue un juguete del que poder jactarse, un entretenimiento cuya finalidad era amparar la vanidad ajena. Obviamente, todo lo antes mencionado pasó factura a la mentalidad del androide y, la verdad, quizá tenga que agradecerle a aquel desgraciado por todo lo que hizo, gracias a los martirios fue capaz de fortalecerse, de volverse invulnerable a las humillaciones, de alcanzar una impasibilidad inquebrantable. Con aquella escoria dejó de amar, si bien su sistema seguiría produciendo en él un enamoramiento ficticio, a partir de entonces, dejó de aceptarlo como suyo, aquello solo era algo de su programación, algo externo a sí, que no controlaba y que se vería obligado a soportar, pero jamás lo volvería a reconocer como algo intrínseco. Como cabe esperar, fue rechazado una vez dejó de serle de interés a su propietario.

Y llegamos al antecesor de lo que viene siendo el último Armin, alguien firme, inmune a las opiniones y acciones de otros. Fuerte de carácter y hasta con cierta severidad, un ser imponente, crudo, y que comenzaba a dominar y perfeccionar el arte de la premeditación. Sus tácticas aún eran inexpertas y su impericia le delataba, pero poco a poco se volvió competente. Su último amo fue, lo que en un principio vendría siendo, el más normal de los tres, sí, incluso que el primero. Pese a ello, su comportamiento para con el androide, acabó provocando que fuera el propio Armin quien se fuera de su lado, dejándole un regalito de despedida. Con él, perdió el respeto.

Y al fin podemos llegar al resultado, al fruto de toda esa corrupción y depravación del producto original, de la base. A Armen.

Asilvestrado, esa palabra le define muy bien. Una bestia escrupulosa, se convirtió en lobo para aprender que la ingenua niña de capuchón rojo era intocable. Es alguien que conoce muy bien que no puede hacer, sabe a la perfección donde se encuentra el límite de su libertad, el punto exacto que no puede sobrepasar, pero... eso significa que puede colmarlo sin llegar a rebasarlo, que puede arañar cuanto quiera esa frontera donde solo él tiene competencia en su albedrío y que puede hacer lo que le pete mientras no la traspase. Y eso hace.

Inofensivo... Sí, los Pets son inofensivos, Armen no es diferente, es incapaz de causar daño a un orgánico, pero... eso no le priva de poder hacer de sus vidas un infierno, de extenuarlos hasta dónde su incumbencia se lo permita, de hacerlos unos malditos desgraciados. No, Armen no es un cachorro indefenso, es un lobo peligroso, dañino y tóxico, en todos los sentidos de la palabra... excepto en el físico, claro. No se preocupen, jamás recibirán una hostia de su parte, pueden estar tranquilos. Pero, no serán felices, no mientras compartan su espacio, su tiempo o siquiera intercambien palabras con él, porque él no les dejará, les amargará, les minará y disfrutará atormentándolos. Así que, la única opción que les deja es desvincularse totalmente de él, el desenlace siempre será el mismo, el distanciamiento.

Violento por sobre todas las cosas, un monstruo de arrebatos controlados. Agresivo, provocador y nada civilizado. Las normas sociales no son para él, tiene el vivo carácter de cualquier sociópata y dios salve a las tres leyes de la robótica, si no, les aseguro que los estragos que esta bestia bárbara pudiera llegar a hacer dejarían en ridículo a cualquier hecatombe ya vista. Y no solo sus actos, sus palabras son las propias de una lengua viperina, el 70% de su léxico se reduce a campos semánticos de adjetivos y sustantivos relacionados con el asco, el otro 20% respecto al desprecio en el sentido más peyorativo, y el resto de palabras ajenas a dichos ratios solo corresponden a un 10%. Muy aproximadamente.

Riguroso, preciso, casi metódico, necesita serlo, pues su propio sistema así se lo exige si quiere mantener la autonomía de sus actos, después de todo, la primera ley está grabada a fuego en su procesador, por más que le pese. No puede provocar el mínimo daño físico a un ser vivo, ni directa ni indirectamente, así pues, tiene que regir sus actos y movimientos con exactitud milimétrica. Y no solo eso, también es atento y observador de todo detalle, aquella deliberación que cruce su mente será previamente planeada y estudiada con la más pulcra y diestra prudencia antes de ser llevada a cabo. Pero, su facha impetuosa, precipitada e irreflexiva encubre la naturaleza de su mente, calculadora, maquinadora y, por encima de todo, racional.

Imposible de leer, a día de hoy, nadie sabría decir que hay realmente en sus reflexiones, ni quien se esconde tras ese fraude que dice ser. No es más que un impostor, un embustero, un sujeto espurio que guarda y custodia, cual cancerbero, los atesorados vestigios de su auténtico él. El velador, quien se asegura de preservar esa ínfima parte de sí mismo. Y por eso la oculta, para que nadie más la rompa, ni la vulnere, para que subsista y se conserve pura, como el crédulo inmaturo que fue alguna vez. Al menos, esa última porción.

Por último y refiriéndonos a las virtudes perdidas, podemos asegurar pues que es desconfiado, apático e irrespetuoso, en los sentidos más amplios de cada palabra, pues no son defectos, sino más bien, la ausencia de las facultades antedichas.

• Los gatos. (Nunca lo admitirá y sostiene que los detesta.)
  
• Los libros.
  
• Los diccionarios.
  
• Las cosas de cristal (por su facilidad a la hora de romperse).
  
• Los fuegos artificiales.
  
• Las personas fuertes (sobretodo si son más fuertes que él y demuestran poder doblegarle, en cuyo caso pueden llegar a ganarse su respeto).
  

• Las personas cariñosas, sobretodo si afirman comprenderle.
  
• Sus amos. (Los ama obligado, pero ni lo admite ni le gusta el quererlos.)
  
• Las muestras de afecto, no les encuentra sentido.
  
• El sexo. Las insinuaciones. Que coqueteen o flirteen con él (no es buena idea).
  
• Que le hagan sentirse celoso (tampoco es buena idea).
  
• Las cosas difíciles de romper.
  

• Manifiesta un gusto anormal por el fuego, se sospecha que pueda padecer piromanía.
  
• Tiene la extraña manía de amenazar con liquidar a las mascotas de sus dueños, sobretodo si son gatos.
  
• No es extraño que constantemente esté diciendo que algo o alguien le dé asco. (Aunque la mayoría de las veces sea mentira.)
  
• Suele tomarla con las propiedades y bienes de sus dueños cuando se cabrea, no es recomendable dejarlo solo en casa.
  
• Le gusta fantasear e imaginarse el cómo mataría a los seres vivos de tener la capacidad, obviamente, es plenamente consciente de que dichos delirios son ficción y de que no debe ponerles la mano encima.
  

Defecto 06: Parte afectada: Formación del pensamiento y personalidad

Armen puede ser reseteado sin contratiempos, restableciendo los datos de fábrica referentes a la Memoria y retomando el estado que tuvo al ser encendido por primera vez. El error reside en los programas encargados de proporcionar una identidad al Pet, son inestables y susceptibles a cambios, o lo que es lo mismo, el carácter del androide puede evolucionar con sus vivencias y no vuelve a su estado inicial tras el reinicio porque la zona de Formación del pensamiento y personalidad no admite restauraciones. Lo cual provoca que su personalidad sea extremadamente voluble y no se pueda precisar.

• A día de hoy no conserva ningún recuerdo de sus anteriores amos.
  
• Nunca ha agredido a ningún ser vivo.
  
• Le prendió fuego a la casa de su último amo antes de escaparse, no hubo victimas, se aseguró de sacar al gato de su dueño de la casa y este último se encontraba trabajando.
  
• Les confiesa abiertamente a las personas de que si pudiera, les destrozaría a golpes, a veces incluso les describe cómo.
  
• No importa si es una monja, Armin tachará indistintamente a quién sea de buscón/ona.
  
• Se le puede definir erróneamente como alguien atento, pues cuida de que los seres vivos no se hagan daño, trata sus heridas y se comporta como si se preocupara, pero esto no es así, simplemente obedece a la segunda parte de la primera ley.
  
• Muestra poco aprecio a la vida, así que de no ser por la tercera ley lo más seguro es fuera él mismo quien ya se hubiera auto despedazado.
  
• Aunque se protege de agresiones fatales y/o mortales, es prácticamente un saco de boxeo pues no se defiende físicamente. Esto no le hace masoquista, aun así, es común que responda a las amenazas con provocaciones y que, de no ponerse en riesgo su existencia, permita y hasta facilite las agresiones.
  
• La única correlación que tiene con el animal que representa es en algunas correspondencias en las características de la mandíbula. (Se descartan la forma de la misma, siendo esta completamente antropomorfa, y los grados de apertura, los cuales coinciden con los de cualquier mandíbula humana de promedio.)
  
  
  «El demonio de Tasmania tiene una mordedura excepcionalmente fuerte para su tamaño, con un cociente de fuerza de mordida (BFQ) de 181 (el jaguar o el tigre, por ejemplo, tienen una mayor fuerza de mordida, pero son mucho más grandes, con un coeficiente de 137 y 127, respectivamente), la mordida más fuerte por unidad de masa corporal de cualquier mamífero viviente del mundo. La mandíbula se puede abrir entre 75–80 grados, lo que le permite generar una gran fuerza para rasgar carne y triturar los huesos (una fuerza suficiente como para permitir que muerda a través de alambre metálico grueso).»
  
  

Campo Obligatorio
♂Físico
Armen Noir.
Knives

Spoiler: