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Mensaje por Owie Miér Mayo 25, 2016 2:32 pm

Apodo:
-
Nombre:
Owie
Edad Aparente:
12-13
Raza:
Crystal.
Fertilidad:
Fértil.
C.Sexual:
Uke

{D E S C R I P C I O N E S}

D. Física:

Un brote recién nacido, tímidamente, comienzan a asomar los primeros pétalos, exhibe, la imagen naciente, de un retoño recientemente engendrado, sus cabellos, revueltos, ondulados, imitan a la perfección la acumulación de múltiples flores rosadas sobre su cabeza, con un aspecto tan fresco, vivaz y sano, casi como si las gotas del rocío se deslizaran sobre las múltiples piezas de un rosal residente en el jardín del Edén.

Su cremosa piel, esboza una ligera palidez que no llega a arrebatarle el color, tan solo le proporciona una apariencia delicada, frágil, y a la vez, tierna y exquisita finura. Casi da miedo pasar las yemas por la superficie de tan suave y sensible tejido en el cual dejar una marca es tan fácil como ejercer una ligera presión. Te hace preguntarte, qué tan frágiles serán los huesos de ese menudo y delgado cuerpo que esquiva el adjetivo de enclenque por la mínima masa muscular que alcanza a otorgarle cierta condición atlética en su contextura.

Posee unos preciosos ojos, un poco alargados y dotados de una curiosa pigmentación en su iris que, dependiendo de cómo incida la luz, pueden verse alilados o azulados, aunque cualquiera de sendas coloraciones combina a la perfección con las gruesas y rosadas pestañas que rodean sus parpados, al igual que las largas cejas que, un poco más arriba, proporcionan una fuerte expresividad a su rostro.

Si bien, en su apariencia de la niñez su altura está entre el metro cincuenta y el metro sesenta, durante la adolescencia va ganando varios centímetros hasta alcanzar en la juventud una estatura de 181 cm (5'11") donde su crecimiento se ve drásticamente reducido, ganando solo 4 cm más, alcanzando el máximo de su estatura en la adultez (185cm).

D. Psicológica:

Era un joven alegre, vivaz, o estaba dispuesto para serlo, pero dado el trato que le dio su primer amo, durante su estadía con él resultó ser un joven algo tímido y asustadizo, aunque no perdía su espontaneidad y optimismo, mostrándolos si se le daba la oportunidad, pero la mayor parte del tiempo resultaba alguien apocado y retraído que se esforzaba por no llamar la atención y mantenerse al margen. También era excesivamente dócil y poseedor de ese sentimiento tan propio de los androides en los que experimentaba un amor incondicional por su amo, pasara, lo que pasara.

Pero tras el incidente con su amo, se siente incapaz de amar o aceptar ese sentimiento que le viene proporcionado por su sistema al registrar el ADN, ve a la mayoría de orgánicos como seres déspotas y malvados. Es quizá un poco desconfiado, aunque lo denota con amedrentamiento y temor. No cree en el juntos para siempre, además de ver a los amos simplemente como una vía para crecer, por lo que no sería extraño que el amo que lo adopte tenga que lidiar con cierto rechazo por parte del pet.

Mantiene su ingenuidad y una pequeña parte de su inocencia, siendo bastante crédulo o corto a la hora de entender ciertas cosas, por lo que le cuesta captar correctamente los dobles sentidos, los chistes verdes o actos sugestivos. Por otro lado, pese a su deseo imperioso por crecer, se acaba viendo muy cohibido durante las relaciones sexuales.


Historia:

Recuerdo la primera vez que vi al pequeño entrar en casa de George, de pie, intentando equilibrarse sobre sus menudas piernas. Al parecer mi amigo había pagado un plus para que se lo enviaran directamente encendido y sin el registro de ADN activo. El motivo... quizá demasiado turbio como para no dejarlo a la imaginación.

Mis ojos no pudieron apartarse de él, como bajaba la cabeza para ocultar sus avergonzados ojos tras su flequillo y como cubría parte de su ruborizado rostro con su mano, tan tímido . Vi como el anfitrión de aquella casa se dirigía hasta el empleado que lo traía, esbozando esa amplia y cínica sonrisa suya, producía escalofríos con tan solo mirarla. Se identificó, rellenó el formulario correspondiente y tomó la muñeca del pequeño, o mejor dicho, la arrebató, el espasmo de terror en el gesto del chico me provocó una punzada, sabía de sobra acerca de los gustos de su nuevo dueño y era plenamente consciente de que no sería la última vez que vería aquella expresión, y no por un simple sobresalto.

Me limité a entornar los ojos y apartar la mirada hacia la televisión. Aumenté el volumen, sabía lo que vendría.

No le tomó ni dos minutos levantarle la mano. Alcé la voz, fingiendo desinterés cuando le reprochaba “acaba de llegar, ya tendrás tiempo de estrenarlo, ¡deja de hacer el imbécil y ven a ver la puñetera película!”, pero ni siquiera se molestó en fingir que me había escuchado, llevándose al androide hasta su habitación. Realmente, no sé porque no me fui, quizá debido a un sentimiento de impotencia mezclado con la sensación de que podía hacer algo, un mínimo...

Ignoré los sollozos y quejas ahogados que se filtraban pese al elevado volumen de la televisión, realmente aquel cabrón era un bestia. Solo cuando el pequeño no fue capaz de contenerse y se escucharon un par de gritos afónicos que se opacaron de golpe, como si algo los enmudeciera, me levanté. Apresuradamente me dirigí a la habitación, descerrajando la puerta. La imagen que me encontré... no fue agradable. Apreté los dientes y respiré hondo, “te he dicho que vinieras a ver la puta película, ¡ahora!” lo agarré del brazo y lo quité de encima del cuerpo del pequeño, quien se limitó a intentar ocultarse bajo las sabanas, llorando. Sentí una opresión en mi garganta cuando me forcé a mí mismo a no fruncir el ceño cuando tomaba una ensangrentada navaja que yacía sobre el colchón y la escondí en mi bolsillo. “Vamos”, le insistí a mi amigo, empujándole a través del umbral de la puerta. Me atreví a mirar atrás, de reojo, y pude ver unas amoratadas marcas en su cuello, se me escapó un suspiro «eso lo explica».

La convivencia con mi compañero de piso y su nueva adquisición no se alteró demasiado, el pequeño no molestaba, básicamente estaba aterrado y buscaba pasar lo más desapercibido posible, creo que a ni a él ni a mi nos gustaba cuando su dueño reparaba en él.

Hubo varias veces en las que creí que era el colmo, pero simplemente lo dejaba estar, supongo que era más sencillo mirar hacia otro lado, el crío tampoco me pedía ayuda, así que simplemente sentía que me estaría entrometiendo donde no me llamaban. O así fue hasta que ocurrió, o bueno, empezó a ocurrir... Recuerdo la inconsciente exclamación que escapó de mi boca cuando lo advertí, “¿¡QUÉ COÑO ESTÁS HACIENDO, GEORGE!? ¡ES SOLO UN CRÍO!”, su respuesta removió algo en mi interior con rabia, pero aun así, lo toleré, pese a lo aversivo que me resultaba ver el abultamiento en el vientre del pequeño, no dije nada. Él niño por primera vez parecía feliz, como una emocionada madre primeriza, así que no dije nada.

El padre de lo que sería la nueva criatura se desentendió totalmente, realmente no le agradaba la idea, así que yo me esforcé por ser de un poco de ayuda para el androide, o lo intenté, le mentí diciendo que la hinchazón de su vientre era debido a que pronto vendría una cigüeña a verle, y que aquello era para que ella pudiera distinguir de quién era el bebé. Podría haberle dado la charla, pero... preferí dejar que creyera que aquello era por algo tan puro y genuino como el amor que tenía por el bastardo de su amo, y no por las atrocidades que aquel cometía con él.

Una mañana, volví a casa tras ir a consultar a una tienda sobre las cunas que habíamos estado ojeando por catálogo. Algo iba mal. Lo supe con solo abrir la puerta de la entrada. Hice ademán de tragar, algo me estrangulaba la garganta. Pasé con serenidad, sin perder los nervios y me dirigí hasta el salón, no había nadie. Parecía que la casa estaba vacía. Parecia.

Algo me obligó a revisar todas las estancias de la casa, según comprobaba que no había nadie no sabía si preocuparme por el paradero de los inquilinos o tranquilizarme de no encontrarme un cadáver. Quizá hubiera sido mejor toparme con un cadáver, el cadáver de mi compañero de piso, pero en cambio di con algo mucho más... horrendo. Llegué a creer que no iba a soportar la conmoción.

Lo vi arrinconado en una esquina, abrazándose el abdomen adolorido y rodeado por un pequeño charco de sangre. Pude haber creído que fue un aborto espontaneo de no ser por la sangre que caía de su boca, heridas internas. Cuando alzó la mirada, primero me miró con miedo, después mostró un escueto alivio y, finalmente, aquellos ojos se clavaron en los míos, como si suplicara ayuda. Yo estaba paralizado. Conocía lo suficiente al propietario el pequeño como para no suponer lo que estaba pasando. Me acerqué con cuidado, lentamente, no queriendo asustarle más. Veía como aquel cuerpo se crispaba con cada movimiento no lo suficiente sutil, se veía tan pequeño, más que normalmente, quizá siempre había sido tan pequeño, pero yo no me había percatado hasta ese entonces.

Sisee en un último amago por tranquilizarle mientras lo rodeaba con los brazos, dejé que se acurrucara en mí, aferrándose con la totalidad de las escasas fuerzas que le quedaban y, con los ojos encharcados en lágrimas, me preguntó “¿la cigüeña ya no lo traerá?”. Sentí como algo se rompía en mi interior, algo estaba retorciendo mis entrañas, y era doloroso, “¿qué haré si la cigüeña se pierde con mi bebé? ¿Qué será de él? ¿Se lo dará a otro papá, le encontrará otra familia?”, me faltaba el aire al escucharle, sentía la piel de mi rostro arder, mi visión se vidriaba y los alrededores de mis parpados comenzaban a humedecerse, “..dime que no dejará morir a mi bebé, por favor, dime que le dará un papá, que alguien lo cuidará por mí..”. No creo poder llegar a llamar crueldad o sangre fría a lo que hice, pues me desmoronaba a medida que se lo contaba, pero sentí el deber de explicarle que lo que hubo en su vientre era su bebé. Nunca llegué a ver una expresión de terror más insoportable de admirar que aquella.

Lo envolví en algunas toallas y me lo llevé a mi habitación donde comencé a hacer las maletas de forma apresurada, no quería volver a pisar a aquella casa por mor de haberme olvidado alguna cosa importante. Tardé a lo sumo 20 minutos, entonces lo alcé en brazos y me dispuse a arrastrar la maleta fuera de aquella casa, no llegué a traspasar la puerta de la entrada. Al abrirla, me lo encontré, allí, de pie frente a la puerta, sonriéndome con aquella amplia y cínica sonrisa suya preguntándome si iba a alguna parte. No alcancé a responder antes de sentir una intensa quemazón en el lado izquierdo del pecho, desplomándome en el acto.

Solo pude ver, inmóvil, como me arrebataba al pequeño de los brazos y lo arrastraba al interior del apartamento, creo que estaba llorando, no lo sé, en aquel punto ya había comenzado a perder la consciencia, solo se me ocurrió estirar mi propia mano, en un estúpido intento por alcanzar la muñeca del androide, quería evitar que se lo llevara, pero entonces todo se volvió negro.

Morí esa misma noche en el hospital. Jamás llegaría a saber que le depararía a Owie.

    Aquel no sería el último retoño que el crystal llegaría a perder, George no se molestaba en tomar precauciones pese a que el pequeño era fértil y se dedicaba a deshacerse de los problemas una vez engendrados a base de golpes.

    Owie solo podía ver cómo, uno por uno, sus bebés le eran arrebatados pese a los esfuerzos que hacía por evitarlo, no podía huir con ellos, pues siempre era encontrado y devuelto, recibiendo palizas aún más brutales por su fuga. Tampoco era capaz de ocultar su estado, su cuerpo era demasiado pequeño como para que no se percibiera con facilidad el abultamiento de su vientre. Cuando pedía ayuda, simplemente era ignorado por su condición de pet, o aquellos a los que acudía no dudaban en informar a su amo de las palabras de su mascota.

    También era constantemente culpado por el destino del amigo de su dueño, si tan solo se hubiera comportado como un buen chico, aquello no habría ocurrido, o así lo afirmaba su propietario.

    Finalmente, cuando quisieron deshacerse de él, le alquilaron como si se tratara de un prostituto hasta que el dueño se reembolso lo pagado por él. Fue tirado a la calle, pero un cazador lo encontró y remitió a la Pet Shop.


{E X T R A S}


Gustos:


  1. El color rosa, por obvias razones.
  2. Los helados, sobretodo los de fresa.
  3. Que le acaricien la cabeza, lo adora.
  4. Los animales, suele enloquecer por estos.
  5. El baloncesto.
  6. Los mimos, ser consentido.
  7. Que le hagan cumplidos o piropeen.
  8. La ropa nueva.
  9. La ropa interior de encaje.

Disgustos:


  1. Los mordiscos y los arañazos, le asustan.
  2. Los desconocidos.
  3. Los ruidos fuertes, sobretodo si son gritos.
  4. Que sean rudos e el trato.
  5. Ser golpeado.
  6. Que le obliguen a cocinar.
  7. Ser insultado, increpado por algo que ha hecho mal.
  8. Las segundas intenciones.

Información extra:

Tiene una obsesión enfermiza por crecer, queriendo hacerlo pese a la metodología que implica, no es extraño que se insinúe constantemente con el objetivo de que su amo le haga mayor, dado que se siente demasiado vulnerable siendo aún, en apariencia, pequeño.

Campo Obligatorio
♂Físico
Nombre del Anime/Manga/Videojuego del que procede:
High☆Speed! 2 / Free! Eternal Summer
Nombre real:
Kisumi Shigino
Imagen:
Spoiler:





Última edición por Owie el Jue Mayo 26, 2016 2:03 pm, editado 8 veces
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Mensaje por Marek Lundgren Jue Mayo 26, 2016 2:41 pm

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